¿Trabajas en un Departamento de RRHH o estás pensando en hacer de esto tu profesión? Si es así, este artículo está escrito pensando en ti.
No pretendo hacer un post sobre competencias… Hoy os quiero hablar de la gestión de las emociones desde tu puesto de trabajo.
Sólo desde la pasión y el respeto por y para las personas se puede triunfar, avanzar, construir y disfrutar de una posición dentro de un Departamento de RRHH y hacer que las cosas sucedan consiguiendo al mismo tiempo que sean rentables.
El mayor capital social de las empresas son las personas, sin personas no hay empresa. Tú has sido contratado para que se sientan integrados en la organización desde que se produce su incorporación, durante su relación laboral y hasta que ésta finalice, por lo que debes integrar esa responsabilidad desde el minuto cero y no olvidarlo nunca.
«Un verdadero profesional en Recursos humanos es aquel que sabe medir a la perfección el impacto de sus acciones por haberlas contrastado desde diferentes puntos de vista y desde la objetividad más absoluta.»
Debes saber que está pasando dentro y fuera de tu empresa y cómo puede afectar tanto a nivel de procesos y trabajo; así como gestionar los diferentes estados anímicos que se puedan provocar.
La pro-actividad y adelantarte a posibles problemas es indispensable, debes aprender a “verlas venir” y no dejar que te arrolle; sólo así ganarás y generarás confianza. Sé transparente, cercano, deja que las personas puedan contar contigo, haz por que confíen en ti tanto a nivel profesional como personal.
Sal a su encuentro, no esperes que acudan a ti… Sé ejemplo, conviértete en un referente. Pregunta, acércate, contrasta opiniones y, sobre todo, respeta a todas las personas aunque pienses que hay momentos en que no lo merezcan. Recuerda que cada vez que fracasa una relación laboral se hace preciso recapacitar sobre el por qué ha sucedido.
Saluda y sonríe. Las personas de tu empresa (aunque no lo creas) te están mirando siempre… Tú sabes más que ellos lo que está pasando y tu estado de ánimo influye sobre los demás de una forma fehaciente.
No olvides nunca que las personas quieren saber… Sea bueno o malo quieren saber lo que les atañe; a ellos y su progresión, contesta a sus preguntas y atiende a sus peticiones. Comparte con ellos lo bueno, y lo malo también. Si eres bueno encontrarás siempre las palabras idóneas para hacerlo y recuerda que esperan respuestas y algo que para ti quizá no sea importante o relevante, para ellos es un mundo que, tal vez, haga que se sientan paralizados mientras no las obtienen.
Recuerda que ya no tenemos empleados sino colaboradores; que ya no reclutamos sino que somos generadores de atracción del talento; que no podemos pretender retener a nadie, sino que debemos pensar en términos de fidelización y, que la manera de recompensar a nuestros colaboradores ya no viene solo por una retribución específica, sino por su bienestar dentro de la empresa.
Tu rol debe evolucionar cada día, adaptándote a este mundo cambiante, y centrarte en gestionar las emociones a través de la generación de un clima cálido y abierto para conseguir implicación y compromiso de los equipos y personas; para ello se hace indispensable; entre otras cosas, que seas capaz de anticiparte a las necesidades de talento de tu organización, para que no sufran los equipos, así como pensar a diario en ayudar a ese talento, que hasta ahora ha sido válido y necesario, continúe siéndolo.
Mentalízate y asume un papel de Sherpa. Sé esa persona capaz de acompañar mostrando rutas de crecimiento a los colaboradores, mostrando caminos a través de la formación, la comunicación y el desarrollo. Apostando siempre por la transparencia, la participación, la conversación y la colaboración; así como la innovación abierta en Red.
Y recuerda… No sólo el tener una titulación afín al ejercicio es lo que te legitima para ejercer esta profesión… Si no eres capaz de creer en las personas y sus posibilidades de una forma objetiva y clara casi mejor elegir otro camino, porque el daño que se pueda causar dentro de la organización se puede convertir en algo irreparable.